El maestro llega cuando el alumno está listo" reza el dicho. Esta frase me encanta, no sólo porque compruebo su autenticidad cada día, sino porque es un ejemplo de la importancia del respeto en el aprendizaje. Es el alumno quien le da autoridad al maestro, y en el mismo acto le respeta. Es el maestro quien espera a que el alumno esté listo, y en el mismo acto le respeta.
El aprendizaje puede ser destruido: tanto por el alumno, al creer que sabe; como por el maestro, al creer que el otro necesita saber... El aprendizaje es una danza que requiere sincronía entre sus actores. Así como no podemos bailar con quien no desea bailar con nosotros... no podemos ayudar a quien no desea nuestra ayuda. En ambos casos sentimos una frustración pero, de imponernos, nuestra arrogancia sólo generaría resistencia.
¿Qué pasaría si aplicáramos el mismo respeto a las prácticas comerciales? Creer que los demás desean aquello que ofrecemos supone una cierta arrogancia que, para imponerse, necesita toneladas de papel malgastado, llamadas telefónicas que nadie escucha y correos electrónicos no solicitados.
Es posible que al cambiar la arrogancia por prácticas que traten "de igual a igual", nos sorprenda la cantidad de personas que -ahora si- quieren bailar con nosotros... ¿Y si el vendedor llegara cuando el cliente está listo?
El aprendizaje puede ser destruido: tanto por el alumno, al creer que sabe; como por el maestro, al creer que el otro necesita saber... El aprendizaje es una danza que requiere sincronía entre sus actores. Así como no podemos bailar con quien no desea bailar con nosotros... no podemos ayudar a quien no desea nuestra ayuda. En ambos casos sentimos una frustración pero, de imponernos, nuestra arrogancia sólo generaría resistencia.
¿Qué pasaría si aplicáramos el mismo respeto a las prácticas comerciales? Creer que los demás desean aquello que ofrecemos supone una cierta arrogancia que, para imponerse, necesita toneladas de papel malgastado, llamadas telefónicas que nadie escucha y correos electrónicos no solicitados.
Es posible que al cambiar la arrogancia por prácticas que traten "de igual a igual", nos sorprenda la cantidad de personas que -ahora si- quieren bailar con nosotros... ¿Y si el vendedor llegara cuando el cliente está listo?